Hace ya treinta
años, un sector del profesorado británico se planteó las dificultades que
suponía la enseñanza de la historia en los niveles obligatorios de la
educación. En la revista History, órgano de la principal asociación del
profesorado de esta materia en Gran Bretaña, se encendió la luz de alarma
cuando M. Price escribió que se hacía cada día más patente que la historia no
interesaba a la mayor parte del alumnado adolescente, al menos tal como se
explicaba. Decía también que en un modelo curricular abierto y flexible, la
historia corría grave peligro, "un peligro real de desaparecer como tal
del plan de estudios como asignatura específica. Como materia con derecho
propio. La tendencia, decía Price, es que sobreviva sólo como ingrediente de
los estudios sociales o de la educación cívica"
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